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Jesús y María Magdalena

Jesús fue de visita a la casa de un fariseo, que no creía en Él, no creía que fuera el Hijo de Dios. Estaban almorzando cuando entra una prostituta, arrepentida de sus pecados. Va y le besa los pies, llorando, y Jesús la consuela. El fariseo ríe.

- Si fueras el Hijo de Dios, sabrías que ella es una pecadora.

- Y lo sé. Cuando llegué a tu casa, no me lavarse los pies ni me los perfumaste, ella lo hizo con sus lágrimas. MAría MAgdalena, tus pecados están perdonados. No vuelvas a pecar.