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En el conveto

 

En el convento, Catalina se dedicó a trabajar en una labor muy sencilla: en la huerta.

 Era  una mujer humilde, cariñosa y no le gustaba ser "florero", es decir, mantener un bajo perfil.

Un día ella oraba, y se le apareció la Virgen, que le dijo:

- Haz que hagan una medallita, por un lado que tenga mi imagen con la oración "Oh, María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti", y por el otro una eme de María atravezada con una cruz, y debajo el sagrado corazón y el corazón de la Virgen:

Catalina lo hizo, y justo empezó la terrible epidemia del cólera, y esa medallita y la oración la sanaron.

María se le apareció varias veces, y Catalina murió sin dejar jamás de ayudar.